Hola, hola, ¿qué tal? Yo estoy contenta de que por fin sea sábado, aunque esta noche tengo que trabajar (lo cual me arruina un poco la alegría), pero bueno, es lo que hay. Hoy les traigo la primera historia inspirada en una canción, como prometí hace unos días cuando anuncié las secciones nuevas. Es una canción que realmente me encanta, suelo escucharla dos o tres veces seguidas de lo mucho que me gusta. Y bueno, decidí escribir sobre la misma. ¡Espero que les guste! Déjenme sus comentarios ☺
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Historia inspirada en
Do I wanna know?
de Arctic Monkeys
Definitivamente no esperaba encontrarla allí esa noche. En absoluto.
Su mano temblaba, y consigo también el vaso de cerveza que sostenía. Era inevitable, sus nervios estaban a flor de piel; el mundo entero se le había dado vuelta en un segundo.
Un trago de cerveza.
Mil preguntas cruzaron por su cabeza: ¿Qué hace acá? ¿Con quién vino? ¿Me habrá visto?
¿Esperará verme?
Fue respondiéndolas una a una a medida que pasaron los segundos.
1) Quizás simplemente vino a bailar y a divertirse (para eso son los clubes, después de todo), 2) Vino con las chicas con las que está hablando y compartiendo una bebida, 3) No, no lo había visto aún, ni siquiera había mirado en su dirección, y 4) No lo sabía. Y sinceramente, no creía que fuera así.
Otro enorme trago de cerveza.
No sabía qué debía hacer a continuación. ¿Esconderse? ¿Acercarse? ¿Hablarle? ¿Ignorarla? Ninguna opción parecía la correcta.
Y es que desde que ella había aparecido en su vida, la había convertido en un caos.
Jamás podría olvidar esa noche en la que, en medio de tragos y besos, se metió en la cama con una desconocida que dejó un desastre en su cabeza y en su corazón. Una mujer que se encargó más de destruir que de reparar.
Una mujer con la que había soñado todas las noches desde la última vez que la vio.
No se fue sin antes dejar una huella que ni el viento ni el agua podrían quitar; como un tatuaje permanente e imborrable que le humillaba mostrar.
¿Cómo había podido dejarse engañar?
Una cara bonita y una actitud seductora fueron todo lo que ella necesitó para hacer con él lo que quisiera. Quizás también ayudó un poco el nivel de alcohol en sangre.
¿Y la soledad?
Un trago más.
Basta, se dijo. Es momento de enfrentarla.
No puede seguir andando por ahí arruinando mi vida, habló en su mente.
Sin embargo, sus pies no se movieron un milímetro. Ni tampoco sus ojos, que estaban clavados en ella desde el instante en que la divisó entre los cuerpos danzantes a su alrededor. Lo que sí se movía era su corazón dentro de sus costillas, latiendo con tanta fuerza que amenazaba con sobrepasar la velocidad de la luz.
En sus veintitantos años de vida, jamás había conocido a una mujer que le causara tal impacto.
No podía permitir que se saliera con la suya.
Quizás sólo necesito beber más.Y así se pasó la hora siguiente entre trago y trago. Al principio, sólo se sintió divertido. Luego parecía que todo le causaba gracia. Más tarde, el lugar comenzó a dar vueltas, y él estuvo a punto de tropezarse más de una vez. Fue en esos momentos en los que comenzó la etapa de la sinceridad, la parte de la noche en la que el alcohol te fuerza a decir cosas que jamás dirías en tu mejor estado de sobriedad.
Ninguno de sus amigos lo detuvo cuando, después de un largo discurso acerca de cómo la chica de vestido negro había irrumpido en su vida para convertirla en un infierno, comenzó a caminar apresuradamente hacia ella. Ninguno le advirtió que eso podría terminar mal. Simplemente lo dejaron ir, riéndose de su comportamiento y guardando el momento en su memoria para recordarlo después, cuando el alcohol se hubiera ido de su sistema y se arrepintiera por completo de sus acciones.
Y ahí fue él.
- ¡No lo puedo creer! – dijo, empujando a una de las amigas de ella a un lado para poder verla de frente - ¡No puedo creer que estés acá! ¿Cuánto tiempo pasó? ¡Vení, dame un abrazo!
La agarró del brazo y la tiró hacia él, sin darle tiempo a responder ni a defenderse. La abrazó torpemente, mientras ella se reía y le decía “hola” al oído. Cuando se separaron, él podría jurar que había color en las mejillas de la chica.
- Sí, sí, pasó mucho tiempo. ¿Cómo estás? No esperaba encontrarte por acá, hace rato que vengo y no te veía, pensé que ahora salías a otro lado – dijo ella, con esa voz grave pero a la vez femenina que lo había capturado en un principio.
- Sí, bueno, no sé – dijo él mientras reía tontamente, bajo los efectos del alcohol -. ¿Te importa si te alejo de tus amigas un ratito? Hace mucho no hablamos.
Ella asintió con la cabeza y ambos se alejaron del grupo para hablar más tranquilos.
Una vez apartados, él continuaba mirándola a los ojos y con una sonrisa inconsciente en la cara. ¿Cómo podía empezar a charlar con esta muchacha?
- Se te ve bien – fue lo primero que se le ocurrió decirle.
Ella no se avergonzó ante el cumplido. Le dedicó una mirada de suficiencia y sonrió ampliamente, como siempre hacía. Jamás bajaría la vista ante un comentario positivo.
- Diría lo mismo de vos si no te viera borracho.
- Pará, pará. Borracho no estoy. Alegre, se podría decir.
- Se te nota.
Él frunció el ceño; la cabeza le daba vueltas y su lengua intentaba moverse por sí sola, dejando salir las palabras que nunca habían atravesado las paredes de su boca.
- No estoy tan borracho como cuando te conocí, ¿no? Hoy no te vas a poder aprovechar de mí.
Ella soltó una carcajada y se acomodó el pelo detrás de la oreja. Ese largo y brillante pelo negro.
Mierda.- Nunca vas a dejar de recriminármelo, ¿no? ¡Estabas consciente! Yo no te obligué a nada.
- Poniéndote esos vestidos y peinándote así decís que no me obligaste. Seguí pensando de esa forma.
Eso definitivamente no había salido de la parte inteligente de su cabeza.
La chica levantó una ceja.
- ¿Te debo algo?
- No sé. ¿Una charla? ¿Una explicación? ¿Un pedazo de mi alma?
Esta vez, su risa fue estruendosa.
- Me muero. Flaco, en serio, estás hablando boludeces. Si querés charlamos un día que sepas lo que estás diciendo.
- Venís posponiendo la charla hace como dos meses ya, me parece que ya fue. O lo cerramos ahora o no lo cerramos más.
- ¿Cerrar qué?
Buena pregunta. ¿Qué tenían que cerrar?
Parecía que para ella ya estaba cerrado y guardado al fondo de un cajón en la habitación más escondida de la mansión más grande. Parecía que la noche que pasaron juntos y todo lo que siguió no le habían causado el más mínimo impacto, como si jamás hubiera existido.
Realmente esta mujer tenía un agujero negro por corazón.
Y aún así él estaba conteniendo todas sus fuerzas para impedirse a sí mismo besarla en ese momento.
- A ver si te entiendo… Porque a veces no sé cómo pensás – él se pasó la mano por el pelo nerviosamente -. Desapareciste de un día para el otro después de haber pasado casi todos los sábados a la madrugada metida en mi cama. Cambiaste el número, no me hablaste nunca más, y yo no entendía nada. O sea, no me creo Brad Pitt, pero tampoco soy tan feo como para desecharme así. No sé. Tendrás tus motivos, capaz.
- Digamos que no era muy agradable atender el teléfono a cualquier hora y escucharte hablando en pedo.
- Pero eso se podía solucionar hablando, ¿no? Vos me cortabas el rostro, yo lo aceptaba como un hombre y me iba. Y hoy no estábamos teniendo esta conversación.
- Parecés una mina, te juro – ella se reía. Maldita y hermosa criatura del demonio -. ¿Qué explicaciones querés que te dé? Estamos un poco grandes para eso. Tendrías que entenderlo solito. Yo no quería nada serio, vos tampoco, nos divertimos un tiempito y listo.
- Yo no me enteré de que el “tiempito” se había terminado hasta que te borraste del mapa sin decirme ni chau.
- El chiste era que no te importara que yo me borre. No sé en qué momento se te confundieron las líneas. Pero bueno, acá estamos de nuevo, y por mí ya está todo bien.
Él no sabía ya cómo aguantarse. Quería insultarla y besarla, quería irse y quería quedarse a su lado, quería mandarla a la mierda y arrancarle la ropa al mismo tiempo.
- ¿Vos sabés que para mí no? No está todo bien. No está bueno que me usés como tu juguete y después me dejés tirado por ahí. Por lo menos un “che flaco, ya fue todo, seamos amigos nomás”. Te lo iba a aceptar, tampoco tengo 15. Ahora sí, ya está, si querés te doy la mano ahora y cerramos el tema, porque no caigo más. Buscate otro que te cumpla las fantasías.
Si quería sonar enojado, no le salió. Su lengua no le hacía caso y seguía sonriendo bobamente aunque no quisiera hacerlo. En algún rincón de su mente sabía que había quedado como un pelotudo, pero no tenía intenciones de retirar lo dicho ni de arrepentirse. Era demasiado tarde.
Ella, por su parte, lo miraba impresionada. Se mordía el labio y sus ojos viajaban desde la cabeza hasta la punta de los pies del chico que tenía al frente, sorprendida por lo que acababa de escuchar.
- Primero que nada, yo no fui la que te buscó para hablar de esto, ¿no?
A él no pareció importarle su provocación. Seguía mirándola con una extraña seriedad.
- Y, segundo…
Ella se acercó a él, tirando del cuello de su camisa con suavidad y acercando sus labios a su oído para que pueda escuchar sus palabras por encima del alto volumen de la música.
- Decime ya mismo que no te morís por pasar otra noche conmigo.
Y ese fue el detonante.
Toda clase de autocontrol que él hubiera tenido segundos antes había desaparecido al oír esas palabras.
No tuvo que contestarle, bastó con atraerla hacia él y ponerle la mano en la nuca para posteriormente besarla con toda la fuerza que se había estado aguantando.
Había empezado otra vez. Porque no tenía fin, porque con una mujer como esa la historia no se podía terminar, porque cada vez que él pensaba que había concluido, ella volvía; aún más provocadora, y toda su hombría le pedía a gritos que no escuchara a su cerebro.
Porque a la mañana siguiente, cuando despertó en su cama con un fuerte dolor de cabeza y una chica de largo pelo negro desnuda a su lado, el arrepentimiento fue empujado por el orgullo y la satisfacción. Y cuando la vio, sonrió. No sabía bien por qué. Pero sí sabía que esa noche había sido un capítulo más, y que todo se repetiría de nuevo.
¿Estaba dispuesto a otra vez dejarse llevar? ¿Acaso era tan débil?
A la mierda, se dijo a sí mismo. Cerró los ojos y la apretó contra él, sabiendo que no faltaba mucho para que se fuera de nuevo, para que se escapara entre sus dedos y volviera a ser un mal recuerdo. Esta vez dejaría que gane.
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Qué linda historia! Y qué lindo escribes. La verdad es que las canciones son la mejor manera para tener inspiración, aunque no escuché la canción, ya mismo lo voy a hacer :BB
ResponderBorrarEspero ver otras entradas como esta!
Besos! - Miranda
Gracias!! n_n Me había olvidado de poner el video de la canción en la entrada jajaja, ya la edité. Seguramente voy a estar escribiendo otra pronto!
BorrarSaludos :)
Me encanta la canción :) casi todas de AM
ResponderBorrarMe gustó la historia también. Besos!
hermosa canción, y hermosa historia! La verdad es que cuando se escucha música, una se inspira más. Besos!
ResponderBorrarMe gusta! Y la canción es genial!
ResponderBorrarGracias a todas por leer y comentar! n_n ♥
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